por Iñigo Adriasola*
El Mostrador.- Desde hace ya un tiempo escuchamos del uso de violencia por parte de carabineros en contra de mujeres mapuche y escolares. Hoy constatamos que no solo han sido estas mujeres golpeadas: se hace evidente un patrón de violencia sexual en contra de mujeres que participan en las protestas contra el Gobierno.
Esta semana conocimos, por ejemplo, testimonios de una menor de edad a quien un policía habría restregado sus genitales en la cara. También escuchamos de una destacada abogada que, al expresar su desacuerdo ante la violencia de Fuerzas Especiales, fue agredida sexualmente por parte de un policía. Vimos fotos de mujeres jóvenes siendo desnudadas en la vía pública. En un vídeo que circula por internet vemos a un soez oficial de carabineros provocar a los estudiantes diciéndoles que filmen a “su hermana” que ahora está “en pelotas”.
Ante las denuncias, Carabineros sugiere impúdicamente que como parte del protocolo de detención, corresponde que las estudiantes, pese a ser menores de edad, sean desnudadas. Imaginamos que los vejámenes, manoseos y abusos a los que han sido sometidas estas mujeres también se justifican como parte de ese protocolo.
No es la primera vez que sucede esto en Chile. Cabe recordar que en la historia reciente de nuestro país, la violencia sexual, en su expresión más amplia, ha sido utilizada rutinariamente como forma de represión. La Comisión sobre la Tortura lo avala: en Chile, la violencia sexual contra la población civil fue utilizada como parte de las técnicas de control social de la dictadura. Esta práctica continúa en democracia como método de control a la población de “indeseables”: recordemos el caso reciente de mujeres trans que ejercen el comercio sexual a quienes se les ha forzado a practicarle sexo oral a Carabineros durante su detención.
La violencia sexual se ejerce no solo contra mujeres: la humillación sexual también es utilizada contra hombres. El año pasado la vimos plasmada en esa foto que causó revuelo, de un hombre siendo capturado por Fuerzas Especiales a quien Carabineros introdujo un arma dentro de sus pantalones. La acción de Carabineros capturada en la imagen sugiere la amenaza de sodomía con un arma. Cabe recordar que la violación aparece siempre como forma última de humillación, es por eso que fue utilizada ampliamente en los campos de concentración de Pinochet.
Hoy nuevamente el Gobierno incita a la violencia de género y la humillación sexual como parte de la política represiva. Ante esto, la respuesta del órgano del Estado dedicado a velar por los derechos de la mujer y la igualdad de género ha sido un ensordecedor silencio. Su jefa, por cierto, no ha dicho nada. Carolina Schmidt mantiene un silencio que la hace cómplice de la asesina brutalidad policial en contra de quienes hoy ejercen el legítimo derecho a manifestarse.
Pareciera como si Schmidt compartiese el uso de la violencia sexual como arma represiva. Si estuviera en desacuerdo, se manifestaría. Schmidt siempre puede renunciar y denunciar la violencia del Gobierno. Pero a pesar de la amplia evidencia, no lo hace. Su silencio cómplice acomoda al Gobierno al que finalmente pertenece. Schmidt no desea levantar la voz contra quienes son últimamente responsables de la política de (in-)seguridad del Estado en el Gobierno, Rodrigo Hinzpeter, y su jefe Sebastián Piñera. Schmidt es la mujer ideal de la derecha: la mujer-florero.
“Me gustas cuando callas porque estás como ausente”. La presencia de la mujer (como idea) en el Gobierno se refleja en esta frase: no hablen, no levanten la voz, no hagan notar problemas, ni ofrezcan soluciones, porque no nos interesa. Sernam hoy imagina a la mujer en la casa, y la defiende de la violencia ejercida en la casa. Pero cuando la violencia es ejercida contra mujeres que salen de la casa y participan en la comunidad —cuando la mujer agredida es la mujer pública, la mujer-ciudadana— el Gobierno se desentiende. Es porque el Gobierno entiende a su mujer como florero, y no como ciudadana.
(*) Texto publicado en el blog “Curvas Políticas”
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